Que Debo De Hacer Para Perder Peso

Cuando uno no obtiene resultados se pregunta ¿Que debo de hacer para perder peso?
Su experiencia le confirma que culparse o reprocharse no es un acto sabio ni prudente ni amable. Ya lo ha hecho infinidad de veces obteniendo resultados que no lo satisfacen. No son las dietas las que deben funcionar: es nuestra manera de pensar. El objetivo de adelgazar no consiste en perder peso sino en ganar conciencia y ganar espacios de vida. 


Aún tratándose de kilos, la idea de "perder" siempre tiene una connotación negativa y la psiquis tenderá a resistirla. Un programa ayuda cuando ayuda a ganar en todas formas posibles: ganar una figura ideal, un hábito de alimentación gratificante, confianza, auto-respeto; autoestima positiva. 



Cuando permite recuperar la amabilidad con la persona de uno como base para el desarrollo de conductas acertadas para generar beneficios reales. El tratamiento para perder peso debería liberar para siempre de la adicción a la comida, del auto-concepto de obeso y de los consecuentes problemas de peso. Son éstas ideas demasiado pesadas para cargar.

Adelgazar es relativamente sencillo, algo que el organismo puede conseguir. De hecho, mucha gente consigue adelgazar varias veces en la vida aún aplicándose a dietas diversas cuyas filosofías se contradicen entre sí. Adelgazar no es el problema ni el gran desafío: mantener un peso ideal en estado de radiante salud y buen humor sí lo es pues requiere un cambio de conciencia. Cuando un tratamiento para adelgazar se basa únicamente en los alimentos sin contemplar al hombre en su totalidad psico-física aparecen las resistencias y los rebotes de peso.
Por lo general la gente no registra el disparador que detiene su progreso; muchas personas no alcanzan a detectar la instancia específica que los llevó a descuidar su tratamiento para adelgazar hasta que un día se miran al espejo y con horror o desazón, caen en la cuenta de que han vuelto atrás: ¡otra vez ese antipático rebote de peso!. 

Pero el rebote de peso no es algo que venga desde afuera a visitarnos para amargarnos la vida. Muchos factores explican el rebote de peso: en su mayoría son factores psicológicos activados en experiencias también antipáticas y que se "dejaron pasar". 

Algunos experimentan cierta incomodidad cuando observan que empiezan a brillar con unos cuantos kilos menos: si han conservado un sobrepeso durante años, de pronto esa imagen armoniosa que les devuelve el espejo les resulta incómoda, desconocida y literalmente, una parte de su personalidad no sabe cómo actuar con ese nuevo cuerpo. 

A otros les sobrevienen temores difusos, inusitados como por ejemplo, la posibilidad de quedar aislados en su entorno habitual. Para otros, la novedosa experiencia de encontrarse en pleno dominio de sí mismos les resulta atemorizante; les inaugura nuevas responsabilidades y nuevos roles de vida. 

A otros los detiene el sarcasmo ajeno o la omnipresente envidia de los demás. Sin embargo, alcanzar un pleno dominio de la actitud personal necesariamente implica toparse con la envidia ajena y atravesarla.
En algunos matrimonios, por ejemplo, la reducción de peso de uno de sus integrantes suele poner a su pareja en problemas. Esta sospecha detiene al individuo en su progreso; cede a los atracones sin entender por qué. 
Sin embargo guarda la sospecha de que mejorándose él perjudicaría al otro y equivocadamente concluye de un modo consciente o inconscientemente que lo mejor será dejar las cosas como están.
Un tratamiento para adelgazar resulta excitante, una verdadera aventura, permite soñar y desprenderse con la imaginación. Volver a engordar significa en muchos casos algo así como dejar la aventura atrás, volver a quienes eran y sentirse seguros. Por tal motivo, las dietas que no contemplan el mundo interior fallan o se quiebran al cabo de un tiempo.
Las personas cuentan hoy con recursos efectivos para descubrir sus ideas improductivas, sus prejuicios, como así también para descubrir cuánto de bueno pueden conseguir con sus deseos y valores adecuadamente detectados y alineados con sus características de la personalidad.
A menudo cuando las personas progresan superando sus propias expectativas, no tardan en aparecer algunos miedos difusos. Mucha gente ha respondido durante años al apodo de "gordo", "gordito" y les cuesta asumir una nueva identidad. 

Otros mantuvieron en sus entornos un cierto rol fijo junto con la figura del gordo ("gordo simpático", "el grandote", "el poderoso", el fuerte, el buen compañero, el tranquilo de la familia, el chico problema, etc ). Con estas sutilezas, el auto-concepto de gordo queda profundamente instalado en sus conciencias y muy difícilmente derribado mediante tratamientos que solo restringen la calidad del alimento o tienen en cuenta sus calorías. 

Esta idea de sí mismos, este dañino auto-concepto es, en una abrumadora mayoría, de los casos, la clave que inhibe el desarrollo de aquellas conductas y elecciones de las cuales más tarde se arrepiente. Tanto apodos y roles quedan implantados en la identidad configurando la actitud. 

Para estas personas perder peso no es una misión imposible, (bajan de peso y vuelven a subir); lo que les resulta imposible, impensable es abrazar la convicción de igualdad respecto de los otros. Se trata de una misión difícil a menos que se produzca una flexibilización y un cambio significativo en sus conciencias.

Cuando estas personas empiezan a adelgazar empieza a revelarse una nueva imagen de sí mismos. Con frecuencia esta imagen resulta intimidante, especialmente si no se la cuida con esmero y dedicación, pues las creencias que de ella derivan conseguirán verdaderamente desmantelar el concepto que venían manteniendo respecto de sí mismos y de las transformaciones que sus cuerpos y organismos pueden ser capaces de producir. 

Resulta comprensible, por lo tanto, el que para tanta gente, los rebotes de peso formen parte de sus vidas; son lo conocido y lo familiar, el factor clave que posiblemente no estén preparados para abandonar para siempre y que se haga muy difícil perder peso.